dilluns, 15 d’octubre del 2007

de lejos

Olía a manzanas al horno. Con canela.

Es doloroso ver como pasa lento el último vagón de un tren que perdemos sin siquiera provar de alcanzar. Y que ese tren esté a tu lado, durmiendo en una cama más grande de lo que creías, en la que habrías jurado que era imposible estar junto a alguien y ni rozarse. És más, y ni abrazarse. Qué frío y qué mala postura. Qué insomnio. En esta casa tienen demasiados relojes.
[...]

Pero un par de aclaraciones y la realidad volvió a ser menos hostil. Y había manzana al horno en el ambiente, y una gota de azúcar resbalando sin prisa pero sin pausa por la superfície de dicha fruta. Qué dulce el aire, el techo, la sonrisa.
Qué dulce el tacto, aun la antipática persistencia de los relojes.