dijous, 17 de gener del 2008

rescatando pedazos de ortodoxia columnista

Estar en las nubes y ver las cosas desde lejos, especialmente cuando la realidad que nos rodea se nos presenta hostil, es un recurso bastante romántico para hacer nuestra vida algo más llevadera. Relativamente fácil y sin duda económico, podríamos pasarnos el día soñando en mundos perfectos carentes de mierda. Soñando una vida en vez de vivir la que ya tenemos.

Hay principalmente dos métodos (legales) de evasión de la realidad, a saber: por una parte la creación de mundos propios, alojados en nuestras mentes, y por otra parte el uso de mundos prefabricados, alojados en estanterías o en espaciosas salas llenas de butacas. Hay quien, por falta de creatividad, prefiere usar tan solo el segundo método, aunque cierta mayoría preferimos ir combinando las dos opciones. También hay quien prefiere ser consciente en todo momento del suelo que está pisando, decisión muy respetable y ciertamente digna de admiración, pues en estos casos la situación suele conducir a estados alterados del ánimo y problemas muy ligados a esta sociedad un poco falta de imaginación, como el estrés.
Aunque sería un plan perfecto, esto de vivir en una realidad paralela constantemente es algo bastante difícil de conseguir, pues, nos guste o no, tenemos necesidades básicas que saciar, y tarde o temprano éstas nos traen de nuevo al mundo físico y real, impidiendo nuestra huída permanente. La vuelta a la realidad resulta a veces un poco cruda, y si volábamos muy alto puede que nos cueste eso de realizar un aterrizaje forzoso sin acabar magullados.
Entendida muchas veces como un problema, entendida muchas otras como una necesidad, la fantasía es un elemento importantísimo para el ser humano, pues gracias a ella éste es capaz de albergar en su mente cualquier cosa sin estar estrictamente sujeto a normas o leyes de cualquier tipo. Gracias a la fantasía el ser humano ha creado parte de su historia, en ella ha hallado sus orígenes y la explicación a cuanto no comprende, y cuando ha intentado llevar de su mente a sus manos ese mundo imaginario, ha creado cosas maravillosas, sorprendentes y apasionantes, ha creado

arte.

Al crecer, poco a poco, vamos dejando atrás las migas de aquella realidad paralela que nos acompañó durante la infancia y la substituimos por una realidad palpable, conocida, y en cierta manera más bien gris. Por suerte esto no siempre es así, y mucha gente prefiere no olvidar a esa compañera de viaje y sigue soñando aún los años, consciente de que el mundo que pisamos no es más válido que el que sentimos dentro del pecho o dando vueltas por la cabeza. Puede que a expensas de ser tildados de locos.